Es lo diario, un continuo desprecio informativo hacia la realidad -casi siempre mala- de millones de seres humanos, crisis catastróficas y futuros enterrados. Pero, como en el circo, vamos al más difícil todavía, conseguir que salga una noticia de alguno de estos países, que un determinado número de personas se fije en lo que pasa en ellos o que gobiernos y grandes instituciones hagan algo por ayudarles o enmendar errores que los atormentan, se presenta en momentos como estos casi como un imposible. Leíamos hace poco que la situación de Ucrania, Gaza y Venezuela tendrían prioridad en nada más y nada menos que la actual Asamblea de la ONU, una de las citas más importantes para intentar arreglar asuntos de todo el mundo.
¿A quién le va a importar que niños congoleños estén muriendo tras el sufrimiento de sus cuerpos completamente cubiertos de dolorosos bultos que provoca la mpox, que cientos de miles de personas se hacinen como ganado en torno a la ciudad de Goma, que miles de personas estén muriendo en Sudán sin que nos llegue una sola imagen o que Etiopía afronte otra guerra poco tiempo después de una de la que nadie aquí se enteró, aunque costó 600.000 vidas cuando una catástrofe nuclear podría ser la conclusión de la guerra en Ucrania o en cualquier momento se puede incendiar el Próximo Oriente afectando al petróleo sin el que no sabemos vivir y, a continuación, poniendo patas arriba nuestra economía?
Los muertos del Congo, Sudán, Etiopía, Mali o Nigeria son muertos discretos, mueren en silencio, no lo notamos. Los entierran, o no, y nuestras vidas no sufren el más mínimo sobresalto por ello. Los gritos de sufrimiento de estos pueblos se pierden en la inmensidad que separa su mundo del nuestro y no tienen el altavoz de unos medios de comunicación que comunican según y cómo. Sus crisis, sus catástrofes... serán muy grandes, nadie lo duda pero, como mucho, salpicarán en forma de emigrantes que llegan en un número reducido, por mucho que sean suficientes para que en nuestras encuestas representen nuestra mayor preocupación.
Pero seguiremos en el intento. Mientras muchos oídos prefieren escuchar la música alta para que no les llegue ningún eco -ni de estas tragedias ni de otras- aún quedan personas dispuestas a escuchar y a no conformarse con las noticias del telediario ni con los recurrentes temas de tertulias y debates. Merecen el esfuerzo de que, con limitados medios, seamos el pequeño eco de un ruido ensordecedor.
@CongoActual
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