miércoles, 26 de marzo de 2025

La guerra paralela en el Este congoleño de la que casi nadie habla

Paralelamente a los duros combates y caída de ciudades en la guerra abierta en el Este congoleño desde que empezó el año y de los graves crímenes que se están produciendo y olvidando, está ocurriendo otra guerra que está pasando inadvertida pese a que afecta a miles de personas, con dos bandos claros: hombres armados y mujeres indefensas. Consiste en violaciones y abusos a mujeres y niñas, en todos los territorios, por todas las partes en conflicto. ¿Y cómo lo contamos? ¿Con rigurosos y fríos números, fechas, detalles? ¿Con testimonios de las víctimas, duros, impresionantes, íntimos, pero expuestos a cualquiera? No lo sabemos, pero debemos intentarlo para que suenen los gritos que las propias mujeres se tienen que tragar.

Lo primero que me viene a la memoria es la narración en audio de hace unas semanas de un español que ahora no puede estar allí pero que recibe información directa de los congoleños: 

... y que niñas de doce o trece años viven con ellos [los milicianos del M-23] porque las están violando continuamente... y que ya se han acostumbrado y que viven con ellos y que un día con diez, otro día con doce y que se acuestan con todos.

Pero, como he dicho, no es este un asunto de rebeldes o leales, de milicianos, militares o desertores, sino de hombres, con el poder de las armas y la impunidad del caos de esta guerra. 

Los aldeanos afirman haber "reconocido uniformes de las FARDC [Ejército congoleño], pero también otros uniformes"

publicaba Le Monde citando testimonios recogidos por UNICEF de violaciones ocurridas a cincuenta kilómetros de la ciudad de Bukavu. Por haber, hay hasta información de los grupos armados que lideran las violaciones en grupo, como el publicado hace pocos días por la Oficina Conjunta de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (UNJHRO) referente al mes de enero pasado, y que ponía como líderes a la milicia lendu CODECO, la coalición de grupos mai-mai UPLC y el M-23.

Pero eso poco importa aquí, siglas o uniformes. Se trata de poder imaginar, y es bien difícil, lo que afrontan mujeres y niñas en las zonas en conflicto, especialmente en las áreas rurales. Tal vez nos daría una idea alguna película sobre la guerra de los Treinta Años en Europa o una de esas distopías de un mundo tras una debacle planetaria: territorios sumidos en el caos sin más autoridad y ley que la fuerza. 

En un mundo parecido, las congoleñas pueden ser trofeos para los victoriosos y eufóricos milicianos del M-23, botín para los desertores del Ejército que roban donde pueden cada día, desahogo para los voluntarios wazalendo, dispuestos a todo y enrabietados por la traición de los militares, y "descanso del guerrero" para estos, mal pagados y frustrados por las continuas derrotas. Así, mujeres y niñas son presas u objetos, nunca seres humanos, indefensas, teniendo que elegir muchas veces entre el sometimiento o la muerte propia o de sus familias... Sin olvidar la violencia sexual cotidiana, de pareja, vecino o "compañeros de fatigas".

Según fuentes locales, elementos armados aprovecharon la situación adversa para cometer saqueos y violaciones en los distritos de Majengo, Virunga, Birere, así como alrededor del aeropuerto y la rotonda de Instigo OCHA, Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios

Las mujeres y niñas congoleñas se enfrentan actualmente a niveles crecientes de violencia sexual y de género, y los informes de violación y explotación se están volviendo trágicamente rutinarios ONU Mujeres

"Miles de mujeres y niñas han sido víctimas de violaciones, mutilaciones y otras formas de violencia inhumana. La ciudad de Bukavu y otras localidades de Kivu del Sur también están amenazadas", lamentó Chantal Chambu Mwavita, ministra congoleña de Derechos Humanos temiendo "una prolongación del ciclo de violencia, con consecuencias dramáticas para las mujeres y las niñas congoleñas".

¿Hacen falta más noticias, titulares, declaraciones para hacernos una ligera idea de lo que está ocurriendo? Hablemos ahora de los testimonios... 

"Muchas no hablan todavía… muchas quizá nunca hablen en público… El número de casos de violaciones cometidas en Goma y Bukavu que hemos recibido... los testimonios son escalofriantes, insoportables..." publicaba a principios de marzo en su cuenta de X una congoleña cuyo nombre guardamos.

-Leemos aterrorizados tu tuit sobre las violaciones sufridas por mujeres y niñas en Kivu del Norte y del Sur. (...) Estamos a tu disposición para difundir esta noticia en España (...) para que estos crímenes sean conocidos, buscando una reacción internacional para poner fin a estas violaciones, le escribimos. 

-Hay muchos, pero algunas no quieren hablar de ello públicamente, nos respondía.

-Solicitamos (...) casos específicos de forma anónima, añadíamos.

-Está bien. Voy a trabajar en ello de todos modos para recoger testimonios, concluía.

Los testimonios personales son muy valiosos para concienciarnos, para meternos, un poco, un momento, en la piel de la víctima pero, ¿son tan necesarios? ¿A estas alturas sólo el dolor de una mujer llorando, mostrando públicamente su vergüenza nos conmueve... nos mueve?

Una madre contó a nuestro personal cómo sus seis hijas, la menor de tan solo 12 años, fueron violadas sistemáticamente por hombres armados mientras buscaban comida UNICEF

Mis dos hijas, una de 15 y la otra de 13 años, fueron víctimas de violación esta mañana cuando iban a buscar agua, seis hombres armados las aislaron y las violaron una por una. Quise intervenir, pero acababa de escapar de la muerte tras recibir dos disparos. Mis hijas están en estado muy crítico. Por favor, recen por ellas  Testimonio de una madre a Save the Children.

Reconozco haber caído en la "trampa" de los testimonios, habérselos pedido a organizaciones de mujeres y activistas congoleñas, a los propios gabinetes de prensa de organismos internacionales, como si a mayor número de ellos, más deberíamos movilizarnos como seres humanos y sociedad cuando uno, dos bastan, porque cualquiera de ellos guarda el sufrimiento de quien lo cuenta y de todas las demás que han padecido lo mismo. No se trata de provocar el espanto, ser quien más barbaridades cuenta... aunque sí tratar de diluir la anestesia que frente al sufrimiento ajeno tenemos metida en vena.

Y están los datos. Necesarios, claro, pero que cuando estamos tratando cuestiones humanas pueden decir mucho o poco... 

Los socios de UNICEF dicen que, durante la semana del 27 de enero al 2 de febrero de 2025, se quintuplicó el número de víctimas de violaciones atendidas en 42 estructuras de salud. De ellos, el 30% eran niñas.

Expertos independientes de la ONU expresaron el lunes su profunda preocupación por la magnitud de la violencia sexual relacionada con el conflicto en el este de la República Democrática del Congo (RDC), donde el 94 por ciento de las víctimas son mujeres y niñas.  News UN

Durante las dos primeras semanas de febrero se denunciaron a los actores humanitarios 895 violaciones, un promedio de 60 por día.  ACNUR

Lo ocurrido en la prisión de Munzenze  a finales de enero, con decenas de mujeres violadas y quemadas en el incendio posterior, fue una explosión ruidosa y brutal de la iniquidad de esta guerra silenciosa. Pero después quedó el goteo persistente e inapreciable -donde cada gota es una mujer o una niña violada, explotada, arrasada- con el riesgo de que esta guerra paralela no termine cuando lo haga la que sale en las noticias y quede como una atroz rutina.

No sabemos ni podemos hacer más que expandir el eco de los gritos que, como decíamos, las víctimas se tienen que tragar, esperando que a las personas a las que les llegue lo sigan amplificando y tanto ruido, al final, sea más fuerte que el silencio que ahoga a estas miles de mujeres y niñas.


@CongoActual




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