martes, 29 de agosto de 2023

Dime quién te mata y te diré si me importas

Madrugada del domingo 11 de junio al lunes 12, 2 de la mañana. Rebeldes de la etnia lendu de una facción de la milicia CODECO entran en el campo de desplazados internos de Lala, en el Este de la República Democrática del Congo (RDC). Incendian viviendas, quemando vivas o matando a machetazos a 46 personas de la etnia hema -13 de ellas mujeres y 23 niños y niñas-.

Tratemos por un momento de imaginar no ya el sentimiento de todas las personas que fueron asesinadas, sino el de las que vivieron para contarlo y que años o meses atrás habían huido de sus hogares –corriendo, con lo poco que tuvieran, las niñas cargando a sus hermanos, los ancianos prácticamente arrastrándose por los caminos- para salvarse de esos mismos rebeldes, de esos mismos asesinos, para acabar de esta manera sin que nadie –ni Ejército congoleño ni cascos azules- les ayudara. Sintamos, antes de seguir, la ignominia de los días posteriores, cuando esos cadáveres fueron trasladados como paquetes en motocicletas y, metidos en bolsas de plásticos, enterrados en una fosa común.

Ni telediarios ni grandes medios se hicieron eco de esta matanza.

Viernes, 16 de junio, cerca de la medianoche. Varios hombres armados entran en la residencia de una escuela en Uganda, muy cerca de la frontera con la RDC. Incendian las instalaciones y asesinan a machetazos –aunque otras murieron en el incendio- a unas 40 personas, la mayoría estudiantes. Secuestran a varios más y huyen a la RDC.

El sábado por la mañana se podía leer la noticia en las webs de los principales periódicos españoles y posteriormente la daban los telediarios durante el fin de semana.


¿Qué hace que dos noticias tan terriblemente parecidas, ocurridas en pocos días y relativamente cerca, tengan una difusión completamente diferente? Tienen una cosa en común: las víctimas, decenas de seres humanos inocentes cruelmente asesinados. Pero una gran diferencia: los verdugos.

Mientras la matanza del Congo la llevaba a cabo un grupo armado de la etnia lendu, la de Uganda la cometían, al parecer, las ADF (Fuerzas Democráticas Aliadas, por su acrónimo en inglés), una milicia ugandesa que lleva muchos años emboscada en las selvas congoleñas, donde perpetra matanzas similares habitualmente. Los miembros de las ADF son musulmanes y a este grupo se le ha relacionado muchas veces con el Estado Islámico. Tenemos así servida la noticia, el yihadismo entra en escena y los titulares son “ataque yihadista”, “terrorismo islámico”… Y esto sí lo conocemos, porque lo hemos sufrido en España y en Europa, y esto sí nos importa, porque va contra nuestro mundo y, desgraciadamente, cualquier día podemos sufrir un ataque, mientras que los lendu, los hema, ¿quiénes son esos, por qué se matan, en qué nos va afectar si unos refugiados son cruelmente asesinados? Las riquezas del Congo, a diferencia de las de otros países, fluyen sin problema hasta nuestra economía a pesar de todas sus guerras.

Por eso lo que podría ser un nuevo refrán: dime quién te mata y te diré si me importas, porque la noticia de lo que ha ocurrido en Uganda, la que sí se ha difundido, no es que seres humanos han sido asesinados, sino que quienes los han asesinado son nuestros enemigos, que los que nos pueden atacar han actuado de nuevo, y esa noticia nos afecta mientras que la primera, la del Congo… es una más entre todas las desgracias del mundo.

Estos son los grandes medios de comunicación que tenemos o que alimentamos –al fin y al cabo, venden las noticias que les compramos, y no pierden el tiempo en lo que solo interesa a una minoría-. Son los que pueden abrir los telediarios con un ataque de un hombre armado con un cuchillo en una calle de Londres o París pero en meses de guerra en Etiopía apenas han hecho referencia a un conflicto en el que han muerto ¡600.000! personas. A esos grandes medios de comunicación les importan, más que las víctimas, quiénes son los verdugos.


Publicado en kaosenlared.net el 23 de junio de 2023 



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