miércoles, 17 de diciembre de 2025

"Existe la intención de tomar el poder en Kinshasa" Entrevista a la congoleña Debora Kayembe sobre la paz y la guerra en RDC

En la República Democrática del Congo (RDC) están ocurriendo cosas difíciles de entender en el exterior: resoluciones de la ONU que nadie respeta, acuerdos de paz que no se cumplen, procesos de paz con alto el fuego que no llegan ni a empezar, negociaciones de paz mientras se cometen los más terribles crímenes... y todo ello mientras el mundo piensa que se ha conseguido la paz y figuras como Félix Tshisekedi, Paul Kagame y Donald Trump se adjudican éxitos contra la guerra. Por ello hemos conversado mediante correo electrónico con una congoleña que conoce muy bien lo que pasa en su país y que tiene una perspectiva especial para ver las cosas. Debora Kayembe, abogada, defensora de los derechos humanos y, hasta el año pasado, rectora de la Universidad de Edimburgo, con cuya presencia ya hemos tenido el placer de contar anteriormente.

Este año a punto de terminar comenzó con un endurecimiento del conflicto desatado unos años atrás por la milicia del M-23, un auténtico ejército apoyado por Ruanda. Su ofensiva lse llevó a conquistar las  ciudades de Goma y Bukavu y a ocupar grandes extensiones en el Este congoleño en todas las direcciones. Ello provocó la huida de cientos de miles de personas, una oleada de violencia sexual contra miles de mujeres y niñas y puso en jaque al mismísimo presidente Tshisekedi. La llegada a la presidencia de Donald Trump animó nuevos procesos de paz, tanto en Washington -entre los gobiernos congoleño y ruandés-, como, con la participación de Qatar, en Doha, entre el gobierno congoleño y el propio M-23. La sucesión de firmas de acuerdos de paz, declaraciones de principios y acuerdos marco en uno y otro lado solo han conseguido aumentar la violencia y el sufrimiento del pueblo congoleño. El último capítulo fue, quizá, el más doloroso y absurdo, con la firma en Washington el 4 de diciembre de un acuerdo de paz por parte de Tshisekedi, Kagame y Trump mientras bombas de uno y otro bando acababan con decenas de civiles y que terminó con la toma de la ciudad de Uvira unos días después por parte del M-23, apoyado por miles de soldados ruandeses. No obstante, tras la firma del 4 de diciembre, la comunidad internacional celebró la paz... y pareció quedarse tranquila, sin importarle lo que de verdad pasaba.

Hoy es evidente que la comunidad internacional practica un doble juego, favoreciendo a los actores más estratégicos y emprendedores que les proporcionan ganancias financieras rápidas y fuertes conexiones en el mercado negro, por ejemplo, mediante la venta ilícita de armas de guerra y minerales que no cumplen con los estándares legales internacionales, nos dice Debora Kayembe cuando le preguntamos por el papel de la comunidad internacional en el conflicto.

Le preguntamos después por el presidente Tshisekedi y su gobierno, participando en unos procesos y acuerdos tras los que, sistemáticamente, el M-23 y las fuerzas ruandesas siguen ganando terreno y provocando dolor sobre su pueblo. En su respuesta deja también una pregunta en el aire.

En mi opinión, el gobierno congoleño, además de haber sido engañado por sus interlocutores, es culpable de incompetencia, inexperiencia e imprudencia. La verdadera pregunta que cabe plantearse es: ¿por qué esta imprudencia ante una situación tan grave, que podría incendiar toda la región de los Grandes Lagos e incluso balcanizar la República Democrática del Congo?

Los acuerdos de paz de Washington llevan aparejado otro entre EEUU y el Congo que facilita el acceso norteamericano a los recursos estratégicos congoleños, actualmente explotados principalmente por China, el gran competidor comercial del país de Donald Trump. ¿Mueve a EEUU el deseo de conseguir la paz para el pueblo congoleño o poder disponer de unos minerales cada vez más valiosos, en detrimento de China?

Las circunstancias que rodearon el establecimiento de estos respectivos acuerdos no están claras: ¿benefician a los países en su conjunto o son simplemente acuerdos de inversión a merced de empresas privadas? Si estos acuerdos fueran realmente estatales, los parlamentos de estos países habrían iniciado procedimientos internos para revisarlos y ratificarlos. Sin embargo, este no es el caso de la República Democrática del Congo, Estados Unidos o Qatar, con la excepción de Ruanda, cuyo parlamento ratificó el acuerdo incluso antes de que Ruanda pudiera firmarlo.

Con esta clarificadora respuesta, Debora Kayembe pone también el dedo en un asunto grave que ha pasado deliberadamente desapercibido: la inconstitucionalidad de los acuerdos firmados en Washington, al no haber sido refrendados por el parlamento, como mandan las leyes congoleñas en estos casos. Y referido tanto a EEUU como a Qatar, Debora lo tiene claro:

Los mediadores de ambas partes no están siendo sinceros; no debemos seguir haciendo la vista gorda. El acuerdo ya ha sido violado y la situación sobre el terreno es desesperada para la población civil.

Sin duda hay una pregunta cuya respuesta puede dar la medida de hasta puede llegar este conflicto y de cuanto sufrimiento le queda por pasar todavía al pueblo congoleño: ¿cómo y cuándo puede acabar esta guerra? ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar el M-23 y qué objetivo tiene en la cabeza su patrocinador Paul Kagame con su apoyo a los rebeldes? ¿El control de territorios extraordinariamente ricos, la secesión y anexión del Este congoleño... la caída del presidente y el régimen, como ya hiciera hace varias décadas con el presidente Mobutu? Debora Kayembe lo tiene muy claro:

Puedo confirmar que existe la intención de tomar el poder en Kinshasa mediante la rebelión; también existe un claro impulso hacia la balcanización de la República Democrática del Congo con miras a la creación de un estado hima/tutsi, como han indicado numerosos libros y documentos de investigadores durante más de medio siglo

Pero, como solemos decir, las cosas en el Congo nunca son sencillas y también en este caso hay más intereses, e interesados, de lo que pueda parecer.

El avance de las tropas rebeldes apoyadas por Ruanda es complejo; existen numerosos vínculos entre la rebelión y los ruandeses, e incluso el expresidente Joseph Kabila se ha unido a este movimiento de forma poco clara. ¿Está con la rebelión o no? 

Comentamos con Debora las noticias que han estado llegando de decenas de víctimas civiles durante los combates, precisamente en los días de la firma del acuerdo de paz, la utilización masiva de drones y otros medios aéreos, de artillería pesada por ambos bandos en zonas densamente pobladas, como una prueba de un endurecimiento de esta guerra... pero esta luchadora congoleña tiene razón en lo que nos responde, porque desgraciadamente siempre ha sido así en tantas décadas de violencia en su país: 

Este conflicto es muy antiguo y siempre ha sido brutal

y lo demuestran diversos informes de la ONU a los que nos remite. Además, como nos dice, los sucesivos acuerdos han olvidado a las víctimas y los abusos que sufrieron. En relación a ello también le hablamos del seguimiento que venimos haciendo durante todo el año de la violencia sexual contra mujeres y niñas que ha generado el conflicto y del que últimamente no tenemos datos concretos. Nos pone al día:

cada 13 minutos una niña es violada en la zona controlada por los rebeldes, cita un reciente informe de la ONU que también concluye que, como venimos repitiendo, esa violencia contra mujeres y niñas parte de todos los bandos: soldados, grupos armados que apoyan al Ejército, los rebeldes del M-23...

El 10 de diciembre, Debora Kayembe escribía en su cuenta de X sobre una fotografía de Tshisekedi, Trump y Kagame:

Al ver a gente bien vestida y dándose la mano, crees que vivimos en un mundo civilizado. Eso no es cierto. No hay respeto por el acuerdo ni por los civiles. Solo intereses personales y traiciones. Bienvenido al mundo de las mentiras.

Nos parece la imagen más fidedigna de lo que está pasando en el Congo con la paz y con la guerra. Gracias a Debora Kayembe por contar y contarnos las cosas tan claramente.

@CongoActual

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