La caída de Bukavu, capital
de Kivu del Sur en la República Democrática del Congo (RDC), no sería sólo un
simple revés militar. Sería un terremoto de profundas repercusiones, capaz de
sacudir la seguridad, la política y el equilibrio regional. Para el presidente
Félix Tshisekedi, que ya enfrenta una inestabilidad crónica en el este del
país, este escenario de desastre podría marcar un punto de inflexión decisivo
en su mandato.
Seguridad:
el este del Congo al borde del abismo
Si Bukavu cae en manos de
grupos rebeldes como el M23 o milicias locales, el este de la República
Democrática del Congo se hundiría en un caos aún más profundo. Los
desplazamientos masivos de población, ya habituales en la región, se
intensificarían, provocando una crisis humanitaria de proporciones sin
precedentes. La violencia podría extenderse como la pólvora hacia Kivu del
Norte, Maniema y más allá, despertando conflictos latentes y alimentando
rivalidades entre grupos armados.
El ejército congoleño
(FARDC), ya debilitado por años de falta de equipamiento, corrupción y
repetidas derrotas, incluida la de Goma, vería colapsar su crédito. Para
contrarrestar esta espiral viciosa, Kinshasa podría recurrir a actores
externos: la MONUSCO, las fuerzas de la SADC e incluso mercenarios. Una dependencia
que no dejaría de alimentar las críticas a la soberanía nacional.
A escala regional, las
tensiones con Ruanda, acusada de apoyar al M23, están llegando a un punto
crítico. No se pueden descartar enfrentamientos transfronterizos, mientras que
la afluencia de refugiados hacia Uganda y Burundi añadiría presión adicional a
países que ya son frágiles.
Política:
Tshisekedi bajo presión
Para Félix Tshisekedi, la
pérdida de Bukavu sería un duro golpe. Su régimen, ya criticado por su
incapacidad para pacificar el este, sería visto como débil e ineficaz. La
oposición y la sociedad civil seguramente darán un paso al frente, exigiendo
rendición de cuentas y convocando manifestaciones.
Desde el punto de vista
diplomático, la República Democrática del Congo se encontraría en el centro de
atención internacional. Se intensificaría la presión sobre Kigali (Ruanda) para
que ponga fin a su supuesto apoyo al M23, con posibles sanciones por parte de
la UE y Estados Unidos. Pero Kinshasa también tendría que hacer frente a las
expectativas de sus aliados regionales, como la SADC, cuya intervención podría
resultar de doble filo.
Sin embargo, Tshisekedi
podría intentar sacar ventaja de la situación. Al elevar el nivel del
nacionalismo, podría movilizar a la opinión pública contra la “agresión
extranjera”, consolidando temporalmente su apoyo popular. Pero esta estrategia
sólo sería viable en el corto plazo, a menos que haya una victoria militar
rápida y decisiva.
Militar:
Un ejército en una encrucijada
Sobre el terreno, las
consecuencias serían igualmente dramáticas. Se espera que las FARDC, ya
dispersas en varios frentes, vuelvan a desplegar sus tropas hacia Kivu del Sur,
dejando vulnerables otras regiones como Ituri. Para compensar sus debilidades,
el ejército podría aliarse con milicias locales, como los Mai-Mai, a riesgo de
alimentar ciclos interminables de violencia.
Una derrota en Bukavu
también podría significar el fin de la tan esperada reforma militar. Bajo
presión internacional, Kinshasa finalmente pudo decidir reestructurar sus
fuerzas, con mayor apoyo en entrenamiento y equipamiento. Pero esta reforma no
será fácil: las purgas, los despidos y las tensiones internas podrían debilitar
aún más la institución.
En el peor de los casos, el
fracaso prolongado de las FARDC podría llevar a una fragmentación del este del
país, con bastiones controlados por grupos armados y la autoridad estatal
reducida a la mínima expresión.
Escenarios:
¿Se puede evitar lo peor?
Están surgiendo dos
escenarios. El primero, optimista, vería una rápida intervención de la SADC o
de la ONU, estabilizando Bukavu y obligando a los rebeldes a retirarse.
Tshisekedi saldría fortalecido y con mayor legitimidad.
El segundo, más oscuro,
sería el de quedarse estancado. Un conflicto prolongado, un ejército obsoleto,
protestas políticas en Kinshasa: el régimen de Tshisekedi podría entonces
tambalearse, amenazando con hundir a la República Democrática del Congo en una
nueva era de inestabilidad.
Una
prueba de fuego para Tshisekedi
La caída de Bukavu no sería
sólo una derrota militar. Sería una prueba decisiva para Félix Tshisekedi, un
momento de la verdad para la República Democrática del Congo y un crudo
recordatorio de los desafíos que enfrenta esta región rica en recursos pero
asolada por conflictos. La respuesta del presidente congoleño, entre
diplomacia, reformas y gestión de alianzas regionales, determinará no sólo el
futuro de su régimen, sino también el de todo un país.
En esta parte del mundo, las
fallas son numerosas y las consecuencias de un paso en falso son impredecibles.
Bukavu bien podría ser el epicentro.
La
caída de Bukavu: ¿qué tsunami popular en la República Democrática del Congo?
Si cayera Bukavu, la capital
de Kivu del Sur, no sería sólo una derrota militar. Sería una chispa en un
polvorín, capaz de encender las calles, los corazones y las mentes de toda la
República Democrática del Congo (RDC). Para un país ya golpeado por décadas de
conflicto, esta caída podría desencadenar una ola sin precedentes de ira,
desesperación y movilización.
En
el este: ira, resistencia y éxodo
Imaginemos una región ya
destrozada, donde los civiles viven al ritmo de los disparos y los
desplazamientos forzados. La caída de Bukavu se viviría como una traición
definitiva. “El Estado nos ha abandonado”, se oiría en las calles de Goma,
Uvira o Bunia. Las FARDC, el ejército congoleño, ya percibido como ineficaz y
corrupto, perdería el poco crédito que le queda.
Pero en el Este no nos
rendimos fácilmente. Ante el colapso de la autoridad estatal, las poblaciones
podrían recurrir a milicias locales, como los Mai-Mai, para organizar la
resistencia. Podrían surgir movimientos ciudadanos, pero ¿a qué precio? Estas
alianzas improvisadas corren el riesgo de alimentar tensiones
intercomunitarias, añadiendo una capa de complejidad a una crisis ya explosiva.
Y luego está el éxodo. Miles
de familias huyen de los combates, hacinadas en campos improvisados o en las
carreteras que conducen a Goma o Ruanda. Una crisis humanitaria que recordaría
las peores horas de la historia de la República Democrática del Congo, con su
parte de sufrimiento y desesperación.
En
Kinshasa: la calle está en llamas
A más de 2.000 kilómetros de
Bukavu, la caída de la ciudad resonaría como un trueno. En Kinshasa, la ira
sería palpable. Los jóvenes, siempre dispuestos a salir a la calle, mostrarían
carteles y corearían consignas mordaces: “Tshisekedi, ¿dónde está el ejército?”
o “¡Basta de traiciones!”.
La oposición política y la
sociedad civil no perderían la oportunidad de apuntar al régimen. “Incompetencia”,
“negligencia”, “traición”: las palabras volarían, alimentando un clima político
ya tenso. Los llamados a la renuncia del presidente o a una transición política
podrían ganar popularidad, especialmente si la respuesta del gobierno se
percibe como débil o indecisa.
Pero en esta ira también
habría un atisbo de patriotismo. La caída de Bukavu podría galvanizar el
sentimiento nacionalista, empujando a algunos a alinearse detrás de Tshisekedi
en un esfuerzo por defender la patria. “El Congo en peligro” se convertiría en
el grito de guerra, pero este apoyo sería frágil y estaría condicionado a una
reacción rápida y eficaz.
En
la diáspora: movilización internacional
La diáspora congoleña,
dispersa por los cuatro rincones del planeta, no se quedó de brazos cruzados. Manifestaciones
frente a embajadas, campañas virales en las redes sociales, pedidos de ayuda
internacional: la movilización sería total.
Esta diáspora también
jugaría un papel clave al organizar eventos de recaudación de fondos para
apoyar a las poblaciones afectadas o al financiar iniciativas de resistencia
local. Una forma de decir: incluso lejos, estamos contigo.
Tensiones
comunitarias: el espectro de la división
En el este, la caída de
Bukavu corre el riesgo de exacerbar las tensiones intercomunitarias. Los grupos
percibidos como cercanos a los rebeldes, particularmente aquellos acusados de
tener vínculos con Ruanda, se convertirían en chivos expiatorios. No se pueden
descartar represalias, violencia selectiva e incluso pogromos.
La desconfianza hacia los
vecinos, ya palpable, alcanzaría nuevas cotas. “Ruanda detrás del M23”: este
estribillo, repetido una y otra vez, alimentaría la retórica xenófoba, con el
riesgo de degenerar en violencia contra comunidades percibidas como
extranjeras.
Escenarios:
¿Se puede evitar lo peor?
Todo dependerá de la
reacción del gobierno. Si Tshisekedi logra organizar una contraofensiva rápida,
apoyada por aliados regionales como la SADC, podría aprovechar la situación. La
caída de Bukavu se convertiría entonces en un impulso patriótico, un momento de
unidad nacional frente a la adversidad.
Pero si se percibe al
gobierno como pasivo o ineficaz, sin ninguna respuesta política interna a un
gobierno que se deleita en la inacción, la ira popular podría arrasar con todo
a su paso. Los llamados a la renuncia de Tshisekedi, o incluso a un cambio de
régimen, se multiplicarían, hundiendo al país en una crisis política
importante.
Conclusión:
una prueba para el Congo
La caída de Bukavu no sería
sólo un acontecimiento militar. Sería una prueba para la República Democrática
del Congo, un momento de la verdad para Félix Tshisekedi y un crudo
recordatorio de los desafíos que pesan sobre este país rico en recursos pero
asolado por conflictos.
En las calles de Kinshasa
como en las colinas de Kivu del Sur, la pregunta sería la misma: ¿hasta dónde
llegará esta crisis? La respuesta dependerá de la capacidad del gobierno para
escuchar, actuar y aunar.
Porque en un país tan
complejo y fracturado como la República Democrática del Congo, una chispa puede
incendiarlo todo. Y Bukavu bien podría ser esa chispa.
Résistant Congolais
Original en francés
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