Visto el título de este artículo muchas personas podrían pensar que se encuentran ante uno de los frecuentes titulares exagerados que aparecen en internet y que buscan "engancharnos" a una supuesta noticia espectacular que luego es un larguísimo texto salpicado de anuncios y que poco tiene que ver con lo que se anunciaba. Pero éste no es el caso porque lo que vamos a relatar a continuación es el secuestro de unos 20.000 niños y niñas mestizos, los métis, en los territorios entonces denominados como Congo Belga y Ruanda-Urundi que durante décadas, hasta la independencia de esos países a principios de los años 60, realizó el poder colonial que los ocupaba, Bélgica.
LOS ORÍGENES DE LO QUE PASÓ
Aunque las atrocidades que se han cometido en el Congo desde la llegada de los europeos hasta nuestros días son poco conocidas, es el inicio del período colonial el más famoso, a la par que el más atroz; las décadas en que el inmenso territorio del Congo fue propiedad privada del rey belga, Leopoldo II. Cuando en 1908 el rey cedió la propiedad a Bélgica, estos territorios pasaron a ser colonia belga bajo el nombre de Congo Belga. El cambio supuso una mejora en las indignas condiciones de vida del pueblo congoleño, en parte porque no podían empeorar y también porque el mundo entero observaba que los nuevos dueños no repitieran las prácticas inhumanas utilizadas en la explotación de las innumerables riquezas del país.
Pese a ello, el Congo siguió siendo para Bélgica un lugar extremadamente rico en recursos naturales que había que explotar hasta exprimirlo y, si bien los congoleños y congoleñas iban a ser vistos como seres humanos que eran, quedaron legalmente en un nivel inferior al de los colonizadores blancos. Bélgica marcó claramente las diferencias entre unos y otros desde el principio. La Carta Colonial, base de todas las posteriores leyes, establecía dos claras categorías y posteriores leyes convertían a los congoleños no en ciudadanos, sino en súbditos.
No se consideró conveniente incluir la nacionalidad de los aproximadamente 15 millones de congoleños que se unieron a la nación belga en la revisión exhaustiva de la ley de nacionalidad belga en 1909. La Koloniale Keure o Ley sobre el Gobierno del Congo Belga preveía un régimen especial para los congoleños: se convertían en súbditos belgas, pero no en ciudadanos belgas,
Frank Caestecker, de la Universidad de Gante, ante el Senado belga, el 31 de mayo de 2016.
De esta manera los congoleños no podían salir del país y tenían limitada la movilidad por el territorio nacional, además de seguir sujetos a castigos corporales. Las ciudades que comenzaban a construirse eran la mejor imagen de la segregación creada en la colonia: los barrios blancos sólo podían ser pisados por los congoleños y congoleñas que trabajan allí durante el día y debían marchar a sus "ciudades" al término de la jornada laboral -salvo la servidumbre, que permanecía en las mansiones "blancas" viviendo en el jardín, apartados en pequeñas viviendas-. Una vez en sus barrios, los congoleños no podían salir a partir de las nueve de la noche.
A lo largo del dominio belga -que aumentaría a los actuales territorios de Ruanda y Burundi tras el término de la Gran Guerra y el Tratado de Versalles que desposeyó a Alemania de Ruanda-Urundi- los colonizadores frenaron cualquier posibilidad de que los congoleños pasaran de ser criados, peones, soldados u oficinistas. La educación secundaria para los congoleños no empezó hasta 1938 y sólo seis años antes de la independencia se abrió un departamento universitario con profesores y alumnos negros -siete y treinta y tres, respectivamente. El primer instituto interracial no comenzaría sus clases hasta 1955. El ejército -la Force Publique- estaba en manos de oficiales belgas y en él los congoleños no podían ascender más allá de sargentos. Ni siquiera en el posterior proceso de independencia la metrópoli ofreció apenas espacio a los representantes del pueblo congoleño.
EL MESTIZAJE, LA REALIDAD QUE ROMPE LA BARAJA
Esta dicotomía entre europeos y nacionales dejaba un cómodo panorama para el desarrollo colonial por parte de los belgas, poniendo a cada cual en su lugar con una sociedad claramente estructurada en dos. Pero algo iba a romper ese injusto y forzado equilibrio. Las relaciones entre hombres blancos y mujeres congoleñas iba a crear una categoría intermedia que los belgas no supieron manejar.
Las relaciones interraciales -uniones o cohabitaciones- habían sido permitidas e, incluso, estimuladas durante los terribles años del Estado Independiente del Congo, cuando el rey Leopoldo II era su único dueño. La "higiene sexual" era el principal argumento en una época en que no había mujeres blancas en el Congo. Pero tres años después de que el país se convirtiera en colonia belga esto comenzó a cambiar radicalmente. Durante el Congreso de Razas que celebró en la Universidad de Londres en 1911 empezó a verse el mestizaje como una posible fuente de problemas. A invitación del Comité Permanente para la Protección de los Pueblos Indígenas, el Congo Belga aplicó a los mestizos, los métis, dos leyes de finales del siglo XIX por las que los niños huérfanos o abandonados pasaban a estar tutelados por el Estado y las asociaciones filantrópicas y religiosas quedaban autorizadas para ocuparse de ellos en sus instalaciones.
Pero, ¿qué se consideraba un niño abandonado? Lo eran los hijos de padre y madre desconocidos, pero también los no reconocidos por sus padres, al no ocuparse éstos de su manutención y cuidado. La inmensa mayoría de los padres blancos no reconocían a sus hijos mestizos habidos de la relación con una congoleña y, en el momento en que el niño o la niña quedaba al cuidado de la madre, habitualmente con escasos recursos para criarlos dignamente, entraba en la categoría de "abandonado". Si bien los que eran reconocidos eran considerados ciudadanos belgas, los que no, aunque fuera evidente que "sangre blanca" corría por sus venas, quedaban al mismo nivel que su madre indígena, convirtiéndose en súbditos.
¿POR QUÉ ESA PREVENCIÓN FRENTE A LOS MESTIZOS?
Las prohibiciones sobre las relaciones entre hombres blancos y mujeres nativas -entre 1911 y 1915 se enviaron varias circulares a los funcionarios del Congo Belga pidiendo tanto moralidad como discreción- tuvieron poco éxito. Éstas podían ser simplemente relaciones amorosas por voluntad de ambas partes o, en determinados casos, mediante coacción y podían acabar, incluso, en matrimonio de hecho aunque, eso sí, en él se mantenía la desigualdad entre unos y otras. Se daban casos en que el hombre sustituía una esposa congoleña por otra o aprovechaba una vuelta temporal a Bélgica para casarse allí con una mujer blanca. Como dice la antropóloga Bambi Ceuppens, la posesión del cuerpo de una congoleña era el símbolo del poder de los belgas sobre sus súbitos del Congo.
No había prueba más evidente de la inmoralidad que se estaba cometiendo que la existencia de mestizos. El misionero Alphonse Cruyen lo decía claramente en el Congreso Internacional para el Estudio de los Problemas Derivados de la Mezcla de Razas celebrado en Bruselas en 1935:
Un nacimiento fuera de una unión regular siempre es degradante. Lleva la mancha de una mala acción. […] El mulato, tal como se encuentra hoy en casi todas partes, en el Congo en particular, no puede ocultar la causa defectuosa de su existencia, porque lleva la marca de ella en todo el cuerpo. Sabe muy bien, en cambio, y siente que todos lo saben, que los matrimonios regulares entre blancos y negros no existen: sólo puede ser el resultado de un acto reprobable.
Como decía la antropóloga Ann Laura Stoler, especializada en estudios históricos sobre el colonialismo y el postcolonialismo, "El mestizaje era […] visto como una fuente de subversión, visto como una amenaza al prestigio de los blancos, una encarnación de la degeneración europea y la decadencia moral".
Pero más aún que el sentimiento de vergüenza, la existencia de mestizos producía desconfianza y miedo; inseguridad, en definitiva, para los colonos.
Apartados de la raza blanca y desdeñando el contacto con la raza nativa, los mestizos serán llevados a agruparse y formar una clase ambiciosa y amargada, hostil a los europeos, a quienes consideran extranjeros de paso. Si llegan a ser lo suficientemente numerosos y poderosos, se verán alentados a fomentar revueltas que ellos mismos liderarán, conscientes de que solo ellos forman la clase alta nacional,
advertía ya en 1913 el jurista Joseph Pholien, posteriormente Primer ministro belga.
Y es que nada bueno podía salir de semejante mezcla de sangre, en opinión de todos estos "expertos". Pierre Nolf, profesor universitario y ministro, basándose en sus estudios sobre las leyes de la herencia, afirmaba en 1930 que los mestizos estaban condenados a la infelicidad, al no pertenecer a ninguna raza. Ello los convertía en un elemento social "inestable y descontento" poniendo en riesgo el futuro de la raza blanca que sólo podría continuar su misión civilizadora "a condición de preservar la calidad de su sangre”. Pocos años después, Paul Crockaert, que fuera ministro de las colonias y, en aquel momento, y aunque resulte paradójico, presidente de la Obra para la Protección de los Mulatos, afirmaba que, si bien "el pueblo civilizador debía ser bueno y generoso con el pueblo civilizado", la sabiduría y la virtud exigían cuidarse, desalentar e, incluso, impedir el mestizaje por todos los medios eficaces.
La virtud enseña que se debe evitar la tentación de las uniones desparejas porque su descendencia sufrirá una composición de sangre indeseable y una mezcla de caracteres étnicos igualmente indeseable. El futuro de la raza blanca en África y el respeto de la raza negra están a este precio, sentenciaba.
Del ya citado Joseph Pholien son también estas palabras:
Salvo excepciones, los mestizos son, por lo tanto, elementos poco morales y, por lo tanto, deben ser temidos. Los mestizos constituyen por tanto un elemento que puede volverse peligroso muy rápidamente y es importante tratar de reducir su número.
Y por si quedaba alguna duda, recordaba este dicho, suponemos que de la época:
"Dios hizo al hombre blanco y al hombre negro, el diablo hizo al mestizo"
¿CÓMO "SOLUCIONARON" EL PROBLEMA DEL MESTIZAJE?
Con la Ley en la mano, y hecha la trampa que convertía en "abandonados" a niños y niñas que tenían madres que cuidaban de ellos, el siguiente paso era arrebatárselos a estas mujeres de la manera que fuera necesaria y trasladarlos lejos de ellas, con la intención de que no volvieran a verlos. Sencillamente secuestrar -"separar, alejar"-:
1. Retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate, o para otros fines. (Diccionario de la R.A.E.)
Resulta complicado saber el número exacto de mestizos que nacieron en el Congo Belga y Ruanda-Urundi durante la colonia belga porque, salvo en 1948, no se realizó ningún censo oficial. En aquel año se contabilizaban 4.056 y, en cuanto a los métis secuestrados se dan diversas cifras -13.000, 15.000- aunque la más admitida es la de unos 20.000.
Los métodos para apartar definitivamente a los hijos de sus madres fueron diversos y no excluyeron la fuerza:
Hay lugares donde fue brutal, donde la administración envió a la policía a decir: recoja a todos los mestizos que encuentre y tráigalos de regreso a la primera estación de la misión,
explicaba Assumani Budagwa, que ha investigado durante veinte años lo sucedido y es autor del libro Noirs-Blancs, Métis: la Belgique et la ségrégation des Métis du Congo belge et du Ruanda-Urundi (1908-1960).
Otro sistema consistía en convencer a las madres, diciéndoles que el Estado se ocuparía de sus hijos y los formaría en un internado. "Y las mamás creían de buena fe que a sus hijos los cuidaba el clan europeo!, el clan blanco de su papá", explicaba Assumari Budagwa.
Cuando la seducción no funcionaba, se pasaba a la coacción y las madres eran obligadas a firmar documentos de consentimiento en un idioma que muchas veces desconocían. A veces, simplemente pasaban a estar muertas, legalmente, con lo que sus hijos se convertían en huérfanos.
De cualquier forma, existía para los funcionarios dedicados a esa tarea un manual práctico, El Compendio para el uso de funcionarios y agentes del servicio territorial que explicaba técnicas de persuasión para las madres de los niños "abandonados". También hubo casos en los que los padres, ante su marcha definitiva a Bélgica, se ocuparon de llevar a sus hijos no reconocidos a instituciones donde quedaban internados.
Si el Estado era el que se ocupaba de los secuestros -aunque en algunos participaron misioneros que, aprovechando su prestigio, colaboraron en convencer a las madres-, fue, sobre todo, la Iglesia Católica, y también misioneros protestantes, quienes se encargaron de mantener internados a los métis en sus instituciones.
AISLADOS DEL MUNDO, DE SUS CONGÉNERES, DE SU CULTURA
La mayor parte de estos niños y niñas crecieron en la creencia de que habían sido abandonados y sin saber de dónde venían.
…este expediente me es conocido y también está en mi poder. Decía que mis padres eran desconocidos y que yo no tenía acta de nacimiento,
cuenta Jaak Albert, un méti que posteriormente fue trasladado a Bélgica y cuyo apellido es en realidad un segundo nombre que le puso la madre superiora de la institución donde lo internaron, tras bautizarlo. Jaak vivió con su madre hasta lo seis años y muchos años después pudo conocer la identidad de su padre belga, ya fallecido.
Sólo en alguna institución se permitió un limitado contacto con las madres, aunque ante sus hijas eran presentadas como mujeres indignas, como método de prevención para que no se repitiera la historia de sus madres, ya que éstas eran vistas como "provocadoras" de los europeos.
Como potenciales subversores del orden establecido, los métis fueron aislados de otros niños congoleños, incluso dentro de las propias instituciones en las que fueron internados, y alejados de la cultura africana. La Iglesia Católica contribuyó a ese aislamiento, viendo en ellos personas sobre las que desarrollar sus planes evangelizadores, pero más aún existía, de nuevo, un componente racista: los metizos no eran lo suficientemente buenos para estar a la altura de los blancos pero, por la parte blanca que les tocaba, eran superiores a los negros, y debían ser conscientes de ellos.
Como nosotros teníamos una gota de blanco, no podíamos ser educados por africanos. Pero tampoco como los blancos,
explicaba el méti Luc Van Damme.
En instituciones como la de Save, en la actual Ruanda, una de las más investigadas, se trabajaba en todos los detalles para hacer sentirse a los métis superiores a sus compatriotas, vistiendo y llevando cortes de pelo europeos y recibiendo una mejor alimentación. El éxito de estas políticas diferenciadoras queda reflejado en lo que contaba una de las niñas de la institución, que sí permitía esporádicas visitas de las madres:
Ella vino, nos saludó, estábamos ahí, a su lado, y muchas veces no éramos amables con ella porque era negra, porque no queríamos a nuestras madres. Nos daba vergüenza que fueran negras
SE ACERCA LA INDEPENDENCIA
En los años 50 toda África hervía exigiendo zafarse del yugo colonial. Antes o después, las colonias belgas pasarían a ser independientes y la mayoría de los belgas se marcharían para siempre. La prevención hacia el mestizaje, de la que antes hablábamos, se extendía a que éstos no pudieran llegar hasta Bélgica, y una comisión ministerial que trabajó sobre el asunto entre 1938 y 1939 dejó claro que el gobierno no debía favorecer los envíos de mestizos de las colonias a la metrópoli. Pero ante la inminente marcha de ciudadanos belgas y europeos tras la independencia, en diversas instituciones donde se mantenía internos a los métis se optó porque fueran trasladados a Bélgica, a modo de evacuación.
Se reprodujo entonces la situación habida cuando los niños y niñas eran arrancados de sus madres porque, pese a que hubo trasladados a Bélgica sin el conocimiento de la madre, la "tutela del Estado", ejercida hasta entonces, desaparecía en traslados fuera del país cuando estos superaban los tres meses. De nuevo la situación que surgía se presentó como un bien para el niño o la niña, que recibiría en Bélgica educación y cuidados que no podrían darle en los territorios independientes. En algunos casos, las madres eran amenazadas con tener que pagar todos los gastos producidos hasta entonces por el ingreso de su hijo en la institución, algo a lo que no podían hacer frente, si no consentían el traslado. Convencidas o no de que hacían lo mejor para sus hijos, la mayoría de las madres firmaron.
En los documentos que encontré hace cinco años, hay dos que mamá firmó con el pulgar, porque no sabía leer ni escribir. En el primero dijo que estaba de acuerdo en que estudiara en Bélgica. En el segundo, que podía ser adoptado en Bélgica. Me imagino que no sabía lo que estaba firmando"
contaba en una entrevista a TV5Monde Jeannot Cardinal, méti que sólo descubrió sus verdaderos orígenes cuando volvió a Ruanda con 62 años.
El proceso del traslado no estuvo exento de chanchullos de todo tipo, como comentaba Assumari Budagwa:
Durante el traslado de los métis de Savé a Bélgica entre 1959 y 1961, se establecieron apresuradamente actos de notoriedad y posesión de estatus frente a testigos, escribanos negros o agentes subalternos que declararon que conocían al niño que nunca habían visto antes
En Bélgica se ocuparon de ellos organizaciones benéficas autorizadas por el Estado pero que actuaban de manera independiente. Los métis, que llegaban como huérfanos o abandonados, en muchos casos, y sin saber de donde procedían, fueron desperdigados por toda la geografía belga e incluso fuera del país, separando hasta a hermanos. La mayoría fueron entregados en acogida, y una minoría adoptados o ingresados en instituciones. Cualquier intento de contacto de la madre era rápidamente desalentado. Esto aconsejaba una de las organizaciones a unos padres de acogida ante el intento de una madre congoleña de saber sobre su hijo:
La madre de […] como las madres de todos nuestros hijos mulatos es una negra ignorante, sin malas intenciones, pero reaccionando como un niño pequeño nuestro: cargas y preocupaciones, no lo piensan, pero quieren aprovechar la amistad. Así que le aconsejamos que no le conteste, aunque se lo repetimos: es libre de actuar como le parezca.
Fueron estas organizaciones las que crearon archivos sobre los niños y niñas de los que se ocupaban mientras que el Estado belga no realizó esta tarea de una manera centralizada, lo que complicaba saber desde el número de métis que fueron trasladados a Bélgica hasta detalles personales necesarios para su posterior existencia. En cuanto al número se sabe que de la institución en Save de las Hermanas Blancas salieron 124 niños, y cerca de novecientos más de los territorios de Ruanda-Urundi y en torno al lago Kivu, aunque estos datos corresponden sólo a los niños registrados por las autoridades coloniales. Por su parte, el grupo de expertos de la ONU que visitó Bélgica en febrero de 2019 dice en su informe que "Entre 1959 y 1962, miles de niños nacidos de padres blancos y madres africanas en el Congo, Ruanda y Burundi gobernados por Bélgica fueron secuestrados y enviados a Bélgica para su adopción".
Quizá, antes de proseguir, la mejor manera de resumir lo que llevamos dicho está en estas palabras de la métisse Jacqui Goegebeur en una entrevista a De Morgen:
En su funeral (el de su padre belga), mi hermano fue separado inmediatamente de mi madre y colocado en una institución. Cuando tenía dos años y medio, los gendarmes vinieron a buscarnos, por lo que también terminé en una casa. Cuando el Congo se independizó, me transfirieron a Bélgica y una familia de acogida me acogió
Entre los que quedaron, muchos fueron trasladados a instituciones lejos de sus lugares de origen, a regiones remotas donde perdieron definitivamente el contacto con su familia. Sufrieron las guerras que siguieron a la independencia con violencia, tanto física como sexual.
QUIENES SOMOS, DE DÓNDE VENIMOS, A DÓNDE VAMOS
La forma en que se trasladó e integró en Bélgica a los métis hace complicado no sólo conocer sus orígenes, sino siquiera saber qué son: ¿belgas, congoleños, apátridas? El 24 de septiembre de 1960, sólo unos meses después de que el Congo proclamara su independencia, el Ministro de Justicia envió una instrucción a los alcaldes en la que decía:
La pregunta puede surgir con respecto a los niños nacidos en el Congo de madres indígenas, si tienen nacionalidad belga o nacionalidad congoleña. En principio, la nacionalidad belga no debe atribuirse a esos niños si no se proporciona prueba de posesión del estatus belga
La nacionalidad quedaba reservada a los hijos de belgas, legítimos, legitimados o reconocidos. Mientras esto no se pudiera demostrar, los niños eran congoleños.
Muchos solo recibieron una 'tarjeta de identidad amarilla' para extranjeros, que sólo permitía la libre circulación dentro del Benelux. Los que, no obstante, regresaban al país de origen, se convertían en apátridas,
escribía la periodista Barbara Debusschere en un artículo del 12 de marzo de 2018.
Ni siquiera el ser reconocido como hijo de belga en la actualidad da derecho a la nacionalidad, como explicaba en su respuesta a una pregunta parlamentaria el Ministro de Justicia belga a principios de este año, pues la petición de la nacionalidad por filiación sólo tiene efecto si el solicitante es menor de edad, lo que excluye a todos los métis, nacidos antes de 1962.
Los certificados de nacimiento que expidió la administración colonial no fueron admitidos en Bélgica, y esto cuando los había, porque en muchos casos lo único que existía era un certificado de bautismo. Este embrollo administrativo no exento de mala fe, como lo definió la abogada Sophie Colmant, representante de cinco mujeres métisses que denunciaron al Estado belga, deparó una vida muy dura en Bélgica a todos estos niños y niñas mestizos, que llega hasta nuestros días y que, como veremos, afecta a su descendencia. Desde pasaportes con fecha de nacimiento "0 de enero" y sus correspondientes inconvenientes en los viajes hasta la necesidad de que un juez de paz revise a cada paso los certificados que se aporten en caso de matrimonio, lo que puede demorar el casamiento incluso años y hacerlo mucho más costoso.
Pero, como contaba Jacqui Goegebeur en la entrevista antes citada, hubo cosas mucho peores:
Pero aún más importante que todo el papeleo es, por supuesto, que muchos mestizos no recibieron ningún cuidado durante su infancia, que se cortó el vínculo con sus padres biológicos y algunos fueron abusados por sus padres adoptivos. Incluso las buenas familias cristianas a veces tenían oscuros secretos
Como explicaba Sarah Heynssens, historiadora de los Archivos Nacionales de Bélgica, el borrón y cuenta nueva que quisieron hacer las autoridades belgas con los métis trasladados a Bélgica tuvo terribles consecuencias:
Ser una persona que no sabe de dónde viene, que no sabe por qué no fue criada por sus padres y creció con la idea de que sus padres la abandonaron aunque ellos no lo hicieran, es un desafío difícil. La política de 'corte limpio' tuvo muchos efectos negativos en el bienestar psicológico de estas personas
No es de extrañar que muchos métis, como afirmaba uno de ellos, Georges Kamanayo, se sintieran "belgas de tercera categoría", más aún cuando en las instituciones belgas se vive una "discriminación racial endémica", según las palabras de los expertos de la ONU que visitaron Bélgica.
CONOCIMIENTO, RECONOCIMIENTO Y ¿REPARACIÓN?
Lo sucedido en el Congo Belga no es muy conocido por la sociedad belga. El asunto de los métis, que llegaron hasta sus mismas calles y ciudades, tampoco. El Senado organizó en abril de 2017, con la colaboración de las asociaciones de métis, un "coloquio sobre los mestizos de la colonización belga en África", para escuchar tanto a ellos como a expertos en la materia. Su presidenta, Christine Defraigne, manifestaba su sorpresa pues un año antes no sabía nada de ese tema, según ella, se preguntó si en la escuela se había saltado ese capítulo en su libro de texto de Historia.
Esta parte tabú de la historia colonial belga, desconocida para el público en general, ha resurgido gracias al compromiso de los mestizos y sus descendientes con el trabajo de los investigadores y el compromiso de ciertos políticos
Los propios expertos de la ONU que visitaron Bélgica mostraron su preocupación porque los planes de estudio, tanto de la enseñanza primaria como de la secundaria, "no reflejen adecuadamente la historia de la colonización ni la historia y las contribuciones de los afrodescendientes en Bélgica".
Pero fue mediada la década pasada cuando todo esto comenzó a cambiar. En noviembre de 2015 el Parlamento belga de Flandes debatió y pidió disculpas sobre las adopciones forzadas que durante décadas se habían perpetrado en esa zona de Bélgica y, posiblemente, en todo el país, sobre jóvenes belgas, afectando a unos 30.000 niños y niñas. Entre las recomendaciones que hicieron al gobierno, aparece ésta: "[El Parlamento pide el gobierno] para organizar algún tipo de conmemoración tangible de la historia de la adopción, con especial atención a adopciones forzadas –y la de niños Métis, por ejemplo- como parte de una exposición sobre la historia de la protección de la juventud”.
En marzo de 2017 fue el parlamento francófono de Bruselas quien aprobó una resolución sobre los métis que comenzaba diciendo: "Durante muchos años, la discriminación de la que fueron víctimas los mestizos de la colonización belga en África era considerado un tema tabú en Bélgica y a menudo pasado por alto". Un mes después, uno de los principales actores en aquellos hechos, entonaba el mea culpa:
Con miras a una educación separada, muchos fueron separados de sus madres y colocados en orfanatos o internados, la mayoría de las veces dirigidos por monjes o monjas belgas. Esta ubicación a menudo los alejaba permanentemente de su madre y su familia, de sus hermanos o hermanas y de sus raíces africanas.
Los obispos belgas reconocen el sufrimiento que han vivido los mestizos de la colonización.
Pedimos disculpas a estas personas por la parte que ha tomado la Iglesia Católica en este hecho.
Pero tuvieron que pasar dos años más para que llegara el reconocimiento y las disculpas definitivas, las del principal responsable de semejante barbaridad: el Estado belga. Su entonces primer ministro y actual presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, lo hizo sin matices y con claridad en el parlamento belga, ante la representación del pueblo belga y numerosos métis:
La discriminación contra los mestizos ha sido dura durante mucho tiempo. Los niños métis eran vistos como elementos peligrosos e incluso como una amenaza para el régimen colonial. Estos niños fueron separados de sus madres negras y, a menudo, fueron educados por clérigos en orfanatos. Entre 1959 y 1962, el Estado belga organizó el traslado de cientos de estos niños, a menudo sin la autorización de las madres. La distribución de estos niños se hizo separando a los hermanos, provocando pérdida de identidad, diversos cambios de apellidos, nombres e incluso fecha de nacimiento. (...) El abandono emocional vivido durante la infancia, el desarraigo, las dificultades del orden administrativo y la necesidad de asumir una doble identidad sin conocer sus orígenes han constituido sin duda un reto cotidiano y un verdadero sufrimiento
Reconozco la segregación selectiva de la que fueron víctimas los mestizos bajo la administración colonial del Congo Belga y Ruanda-Urundi hasta 1962 y después de la descolonización, así como la política de secuestros forzados relacionada con ella. En nombre del gobierno federal, pido disculpas a los mestizos de la colonización belga y a sus familias por las injusticias y el sufrimiento que han padecido
Todo ello representó un alivio para los mestizos belgas provenientes del Congo, Ruanda y Burundi que habían sufrido el desarraigo y la difícil existencia tras sus sucesivos secuestros, aunque muchos de ellos nunca salieron de la marginación, la pobreza y hasta la desesperación.
Es un reconocimiento de lo que nos ha hecho el Estado belga, en colaboración con la Iglesia. Nos quitaron una parte de nuestra identidad y ahora admiten ese error
declaraba Jeannot Cardinalael, méti ya citado que presenció en directo aquella disculpa de Charles Michel y que podría resumir muchas otras manifestaciones de métis. El dolor padecido no sólo afectaba a quienes los sufrieron y, caso de haberse prolongado unos años más el olvido oficial, habrían fallecido sin escuchar el reconocimiento, sino a sus descendientes, como decía una de las abogadas que dirigió la acusación de cinco mujeres métisses contra el Estado belga, Michèle Hirsch: “Si están luchando para que se reconozca este crimen es para sus hijos, sus nietos... Porque el trauma se transmite de generación en generación" "Llevamos el dolor de nuestros antepasados en nuestros huesos", declaraba en una entrevista a la BBC Heleen Debeuckelaere, hija de una métisse trasladada a Bélgica.
Se pueden encontrar más declaraciones de personajes públicos manifestándose en los mismos términos, reconociendo culpa y dolor, resoluciones parlamentarias pero, ¿era esto suficiente? "El pasado no se borra" había dicho otro Michel, Louis. Buscando algo más que reconocimientos y disculpas, cinco mujeres métisses, como hemos contado, demandaron al Estado belga compensaciones económicas por los daños sufridos, una valoración del daño moral recibido, la creación de archivos que sirvieran a los métis para conocer sus orígenes y la declaración de lo ocurrido como crimen de lesa humanidad... pero en el verano del 2022 el tribunal civil absolvió al Estado belga y consideró prescrita la posibilidad de declararlo como crimen de lesa humanidad.
No obstante el reconocimiento del secuestro de miles de niños y niñas por parte de las autoridades belgas ha tenido consecuencias. La Cámara de Representantes adoptó la conocida como Resolución 'Métis' en marzo de 2018. En septiembre de 2019 se inició un proyecto que durará cuatro años y que pretende ofrecer la posibilidad a los métis de acceder a archivos que les conciernen para poder conocer sus orígenes e historia familiar. En una segunda fase, se abrirá una investigación histórica sobre el papel de las autoridades coloniales en el trato a los mestizos del Congo Belga y Ruanda-Urundi. En febrero del año pasado se adoptaron medidas legales para facilitar las labores de obtención de certificados de nacimiento a los métis que no los tenían.
CONCLUSIÓN
Este crimen, que produjo tanto sufrimiento a tantas personas -niños y niñas, pero también a sus madres y a los descendientes de las víctimas-, fue posible por el racismo enraizado tras décadas de colonialismo en las que los africanos no fueron considerados personas en muchas ocasiones y en todas las demás, seres humanos de segunda categoría, seres inferiores con los que resultaba vergonzoso mezclarse y cuyos descendientes podían ser muy peligrosos para mantener el poder que los europeos habían conseguido usando la fuerza bruta. No sucedió en las décadas tenebrosas de la colonización inicial sino, principalmente, cuando se suponía que un nuevo mundo había surgido tras liberarse Europa del nazismo y lo llevó a cabo uno de los países que lo había sufrido y que pasa por ser abanderado de la democracia y los derechos humanos.
Si bien es loable el reconocimiento sin matices de lo que ocurrió por parte de sus principales responsables, el Estado belga y la Iglesia Católica belga, éste ha llegado en el ocaso de la vida de la mayoría de los afectados y excluye cualquier reparación directa de los daños ocasionados, tras décadas de ocultamiento tanto al mundo como a su propia sociedad. Que se sepa la verdad y no quede como una anécdota histórica es una obligación que hemos tratado de cumplir con este artículo.
@CongoActual
Versión resumida publicada en La Marea el 20 de abril
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