Sabiendo tan poco, tenemos que suponer. Si su vida ha sido como la de tantas mujeres congoleñas de las zonas rurales, hace muchos años que esas espaldas que apenas la sostienen ya cargaron con sus hermanos pequeños y que luego, cargando sus hijos, muchos, según lo habitual, trabajó en el campo o, en definitiva, sacó a su familia adelante, quizás sin más ayuda. Y que ahora, con el último aliento, trata de seguir sobreviviendo.
Sabemos también que, si acaso, esta imagen podrá conmover a los pocos que la vean, si es que aparece en algún sitio más. Pero pasará desapercibida y no nos quitará el sueño, ni ésta ni otras muchas de estos días, ni muchas otras que se producen con frecuencia en la R.D. del Congo, de gente huyendo de otros combates, de otras violencias, de otros grupos armados, a pesar de ser iguales a las que hace unos meses ocupaban toda la actualidad y nos compungían, quizá porque estas son de otro mundo, de otra gente, porque por lo que allí pase ni nos cortarán el gas ni nos subirá la cesta de la compra y pensamos que algo así nunca nos ocurrirá a nosotros.
@CongoActual
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