Iniciamos nuestro segundo resumen de las noticias que hemos ido contando desde @CongoActual, esta vez abarcando el final del inolvidable 2020 y el primer trimestre del 2021; lo visto por El observador del Congo, de manera amena y, sobre todo, humana, pese a la dureza de muchas de las imágenes que forman gran parte de este relato.
El comienzo de ese período traía noticias muy duras, aunque desgraciadamente habituales. Se conocía que las mujeres presas en la prisión de Kasapa, en Lubumbashi, violadas por sus compañeros tras el motín de finales de septiembre, no habían recibido la más mínima atención médica o legal. Violadas durante tres días, desposeídas hasta de un techo donde dormir con sus hijos e hijas fue tras esta noticia que recibieron asistencia de Médicos Sin Fronteras en colaboración con el Ministerio de Sanidad. MSF, precisamente, tuvo que suspender su actividad en varios lugares del territorio de Fizi (provincia de Kivu Sur) por los reiterados ataques a su personal de quienes no quieren testigos
Con el comienzo del año entraba en vigor la Zlecaf, zona de libre comercio africana, ratificada por la RDC. Eddy Kapend, ayudante de campo de Laurent Kabila, era indultado a primeros del 2021 por el presidente Tshisekedi, tras pasar 19 años en prisión acusado de complicidad en el asesinato de Kabila, muerto por uno de sus guardaespaldas en el propio Palacio Presidencial
En nuestro mundo la mayor parte de la información se fija en la pandemia de coronavirus y en la República Democrática del Congo también preocupa, y mucho, como veremos, pero no es la única ni la peor.
El anterior resumen lo cerrábamos con casi 13.000 contagiados y 333 muertos. A finales de año se temía una segunda ola y las autoridades se lo tomaron muy serio con un couvre-feu –toque de queda- duro en ciudades como Kinshasa, de 9 de la noche a 5 de la mañana. La norma fue seguida a pié de calle por el propio jefe de la policía, Sylvano Kasongo, incluso en Nochebuena, y con la detención de quienes lo incumplían, que pasaban la noche arrestados. Para todo hay una excepción, claro, y los coches con matrícula entre 013CD y 013 IT podían circular libremente… los vehículos de la Embajada de Estados Unidos. Y, ciertamente, a finales de año pareció que los contagios se disparaban pero volvieron a su habitual ascenso y, en el momento de hacer este resumen, eran 28.000 los contagios y 743 los fallecidos. El 2 de marzo llegaron las primeras vacunas a Kinshasa, 1,7 millones de AstraZeneca –la más débil contra la variante sudadricana- pero aún no se ha puesto ninguna, ante las suspensiones de vacunaciones con esta marca en Europa. En cualquier caso, en RDC hay un gran temor ante la vacuna del coronavirus y algunos bulos sobre vacunaciones en colegios han deparado imágenes de desbandas de escolares, huyendo ante la posible vacunación. Pero desde el propio Congo también aparecen alternativas para combatir los efectos de la COVID-19, como el respirador creado por la ingeniera congoleña Sandrine Mubenga.Como decimos, hay muchas otras epidemias que asolan el Congo. Aunque en silencio, el SIDA sigue existiendo y no todos los infectados tienen acceso a retrovirales. En cambio, un informe demostraba que el 4% de ellos habían acabado con la enfermedad de manera natural… ¿Será el karma? La malaria era noticia en la provincia de Kwango, donde desde 2016 no se reparten mosquiteras y quedó desatendida de medicamentos contra el paludismo durante un mes. No cesan los brotes de cólera, especialmente en provincias como Kivu Sur y la olvidada pero presente peste bubónica sigue contagiando y matando en la de Ituri. Por su parte el sarampión, cuya terrible última epidemia concluyó a finales del verano, tiene visos de estar resurgiendo, y son ya miles los contagiados, con decenas de muertos. El temido e invencible ébola brotó en Butembo; la rapidísima intervención con rastreos y vacunas limitó los contagios pero demostró su letalidad, matando a la mitad de los contagiados.
"No queremos un trono igual al de los hombres, solo queremos sentarnos en una silla que sea nuestra" era la sentencia de apenas una niña, Henriette Mbula, de 15 años, en las conmemoraciones del 8-M, resumiendo perfectamente la claridad con la que muchas mujeres del Congo enfrentan una situación endémica en la que un tercio no saben leer ni escribir o más de la mitad de las que trabajan en la economía informal carecen de cualquier derecho. El esfuerzo de todas estas mujeres queda resaltado individualmente de vez en cuando, con premios como el de Mujer con Coraje, del Departamento de Estado americano, que recibió Julienne Lusenge, presidenta de la asociación de mujeres por la paz, SOFEPADI o en el nombramiento de la congoleña Deborah Kayembe Buba como rectora de la Universidad de Edimburgo. La violencia sexual contra niñas y mujeres ofrece noticias casi diarias y nos sobrecogía, por ejemplo, la de que en Bukavu, capital de Kivu Sur, al menos 26 burdeles explotaban a niñas de 10 a 14 años con el pleno conocimiento de la población y las autoridades.La violencia no cesa y, aunque no es exclusiva del Este congoleño, allí parece completamente fuera de control. Las ADF ugandesas se llevan la palma sin casi una semana en que no asesinen a personas y destruyan bienes mientras se insiste en mantener sobre ellos la sospecha de su relación con el Estado Islámico. Facciones de la milicia lendu de CODECO tampoco cesan su actividad criminal pero, cuando no son estos grupos u otros menos activos, los enfrentamientos interétnicos siembran también terror y destrucción, como los choques entre pigmeos y bantúes en Tshuapa -y esto no es el Este- de febrero que dejaron decenas de muertos y heridos.
Frente a todo ello, el Ejército, ha conseguido algunos éxitos y ha recuperado territorios en manos rebeldes desde hacía años aunque su imagen sigue asociada a la corrupción –barreras en caminos para cobrar impuestos a los transeúntes, venta de armas a grupos rebeldes- motivada muchas veces por el recurrente retraso de los soldados en cobrar sus sueldos que ofrecía imágenes de algunos de ellos parando a los coches en la propia Kinshasa para pedirle dinero a sus ocupantes. Y si el Ejército tiene mala imagen, no es mejor la de los cascos azules de la MONUSCO, cuyas fuerzas muchos piden que se vayan ante su inoperancia. Precisamente la MONUSCO cambió a su representante y Leila Zerroughi fue sustituida por Bintou Keita.
Si existe corrupción en el Ejército, ésta es otro pan de cada día en la sociedad civil, con funcionarios de la inspección de finanzas detenidos e, incluso, agentes anti-corrupción.
Y si el Estado y las instituciones civiles funcionan mal, no sólo por la corrupción, sino por, muchas veces, una completa inoperancia –se denunciaba que desde que comenzó el mandato de Tshisekedi no se concluido ni una sola infraestructura y accidentes como el hundimiento del puente sobre el río Kasai incomunican a la población durante meses sin que se arregle-, el de la justicia llega a sonrojar a veces y a provocar graves problemas, como en las prisiones, saturadas en muchos casos por presos que pasan años sin ser juzgados, como Kongawi Bini Kombo, que lleva encarcelado desde los doce años –ahora tiene 23- y aún no ha sido juzgado. Así las cosas, la “justicia popular” salpica también con frecuencia la actualidad, con turbas que se toman la justicia por su mano, casi siempre de manera cruel, con ladrones u hombres armados o, a veces, con personas inocentes.
Las pésimas infraestructuras de RDC se alían a menudo con las frecuentes lluvias y son el pan de cada día barrios inundados, carreteras que en nuestro mundo jamás se denominarían así, crecida de ríos, territorios incomunicados, corrimientos de tierras, contribuyendo a la muerte y la miseria entre la población.
Los recursos naturales siguen siendo saqueados y encontrando salida en los países vecinos. Un ejemplo: mientras la RDC produce oficialmente 246 kgs. de oro la producción real sería de 10/15 toneladas que explotan Burundi, Uganda y Ruanda. Esta minería se cobra sistemáticamente vidas tanto en minas “oficiales”, como los 30 excavadores de GECAMINES sepultados en un accidente en febrero o los frecuentes accidentes mortales en las minas artesanales de oro de Kamituga. En la Unión Europea, por fin, ha comenzado a aplicarse un Reglamento para prevenir el comercio de estos minerales ilegales… ¿Se lo tomarán en serio gobiernos y empresas?
Si los vecinos del Congo saben aprovechar los minerales de la RDC también violan de continuo sus fronteras, clásicamente porosas, y se ha reportado presencia de soldados ruandeses, burundeses, ugandeses, centroafricanos y zambianos. Otros centroafricanos, desarmados, aterrados y hambrientos huyen a miles de la violencia en la RCA para sobrevivir miserablemente en las tierras congoleñas que ya soportan millones de desplazados internos.
Pero no sólo son los vecinos los que se interesan, quizá en el peor sentido de la palabra, por el Congo: China, Arabia Saudí, empresas como Huawei cada vez profundizan más su relación con la RDC… y pocas veces esas relaciones han traído algo bueno a los congoleños y congoleñas. Estados Unidos se especializa en la colaboración militar, obsesionado con los islamistas de las ADF.
La explotación de los recursos naturales sigue destruyendo el medio ambiente y la naturaleza del Congo. Son frecuentes las denuncias de los desastres que producen empresas mineras foráneas –las que quieren al Congo- sobre todo chinas –e incluso ciudadanos chinos de manera individual- aunque tampoco faltan países occidentales, supuestamente respetuosos con la naturaleza, como Suiza y Canadá. Grupos armados como los mai-mai Yakutumba se financian con la tala ilegal para vender madera o producir carbón vegetal. Precisamente el Congo debería ser considerado un patrimonio universal… para cuidarlo y no sobreexplotarlo, mucho más allá de sus recursos minerales, por su contribución indispensable para no desordenar más aún el clima mundial con sus bosques, que absorben CO2 y guardan millones de toneladas. En cambio, se sigue poniendo en venta todo lo vendible y ahora se ofrecen las concesiones de 19 yacimientos petrolíferos. A nivel doméstico y urbano, la contaminación por plásticos alcanza cuotas difíciles de imaginar aunque, para combatirlo, desde el 21 de enero está prohibida su producción y uso en Kinshasa.
Y ante todo esto, ¿qué hace el gobierno y la clase política? Ruido, mucho ruido. Grandes proyectos confusos, como la unión sacrée, ruptura entre Tshisekedi y Kabila, una continua lucha por el poder –llevan meses pensando en las elecciones de 2023- que llega a ser hasta violenta, con vergonzosas escenas de peleas en el propio Senado o en los aledaños parlamentario. Jeanine Mabunda, presidenta de la Asamblea Nacional, y el propio primer ministro, Sylvestre Ilunga, acabaron destituidos. Es justo destacar a muchos diputados y diputadas que sí se preocupan por su pueblo, “manchándose” con la realidad y denunciando lo que pasa. Pero, en general, se opta por perseguir a quien denuncia lo que ocurre, sean periodistas, emisoras de radio, opositores pacíficos y hasta cantantes, como Delcat Idinco, cuya canción "Politiciens escrocs" le costó un arresto.
Para acabar, una de cal y otra de arena.
El Parque Nacional de Virunga, que nos suele deparar imágenes fraternales entre gorilas y humanos, vivió dos episodios extremadamente violentos: seis guardias forestales fueron asesinados en una emboscada, porque en el Congo la naturaleza se defiende a tiros y con sangre, y el embajador italiano Luca Atanassio, junto a su guardaespaldas y al conductor congoleño de su vehículo, murió en el ataque a un convoy humanitario en un posible intento de secuestro. Quedó la imagen de varios guardias forestales, unos desconocidos para él, ayudando al embajador en su agonía.
El observador del Congo volverá a contarlo a principios de julio.
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