Ahora, nuestro mundo desarrollado, desarrollado en buena parte a costa de "otros mundos" y de un daño irreversible al planeta, pretende remediar o frenar los efectos del consumo privilegiado en el que ha vivido y vive y ha lanzado una transición energética y ecológica que, una vez más, necesita materiales de los que no dispone o no dispone en la cantidad suficiente para realizarla. Una vez más el Congo guarda muchos de esos recursos imprescindibles para la transición energética y ecológica del Primer Mundo, y los guarda, en algunos casos, en gigantescas cantidades. ¿Una vez más el Congo tendrá que maldecir sus riquezas?
EL PRIMER PAGO CONGOLEÑO: SU SALUD Y EL MEDIO AMBIENTE
El cobalto es un metal fundamental, -"estratégico"- para realizar esa transición. El Congo es el mayor productor mundial y guarda las principales reservas del planeta -en 2022 multiplicaba por 13 la producción del segundo productor mundial, Indonesia, y guarda entre el 50% y el 70% de las reservas registradas-. Además de ello, la concentración del cobalto en las rocas congoleñas es muy superior al que se puede encontrar en las minas europeas -0,8% de cobalto- siendo lo normal un 3/4% e, incluso en algunas minas, un 10%, lo que reduce notablemente los gastos necesarios para su extracción. La producción de cobalto tendrá que aumentar irremediablemente por la fortísima demanda de los próximos años.
Sacar todo el cobalto que se pueda y cuanto antes de la RDC es prioritario para unos y otros que, aunque no dejan de buscar en sus propios territorios y por todo el mundo, necesitarán del cobalto congoleño hasta disponer del propio o de tecnologías en las que no sea tan necesario, lo que asegura que en un caso u otro, el Congo será vaciado de cobalto.
"Esta roca estéril contiene un 9% de azufre. El azufre reacciona con el agua y el aire y la reacción de una tonelada de azufre con el agua o el aire produce 300 kgs. de ácido sulfúrico concentrado. Y esta reacción continúa durante miles de años, mientras quede roca estéril" explicaba el bioquímico finlandés Jari Natunen en el documental Cobalto, el lado oscuro de la transición energética, refiriéndose a uno de los peligros que conlleva este tipo de minería con las toneladas de rocas que quedan a la intemperie tras la extracción de los minerales. Pero este investigador no estaba hablando de las explotaciones de cobre, níquel o cobalto en el Congo, sino en su país, Finlandia, donde estas explotaciones mineras ya han afectado a la población, a ríos, lagos y pesca.
Si esto ocurre en Finlandia, en uno de los países con mejores leyes de protección de la naturaleza y más sensibilizado ante problemas de contaminación, ¿qué no ocurrirá en la RDC, donde todas estas leyes, cuando las hay, lucen hermosas en un marco y la corrupción permite hacer prácticamente todo lo que el que paga quiere hacer?
Si Rubaya, situada en la provincia congoleña de Kivu Norte, es considerara la capital mundial del coltan, Kolwezi, en la provincia de Lualaba, es la capital mundial del cobalto, con unas enormes reservas en su subsuelo. Una simple imagen aérea muestra lo que es prioritario en esa zona, al encontrarnos barrios enteros no ya cercanos a las explotaciones mineras, sino al borde de éstas. Los 90 metros de distancia entre una explotación minera y una zona habitada que marca el Código minero quedan así, como otras normas, en papel mojado. Y no solo es que las viviendas rodean a las minas, o viceversa, sino que bajo las casas existe también mineral, lo que ha llevado a muchas personas a horadar el suelo donde viven y crear barrios salpicados de pozos artesanales.
En la ciudad existen 19 minas industriales de cobre y cobalto -éste es, en realidad, un subproducto del cobre y el níquel-. Las cuatro más productivas son propiedad del gigante minero suizo Glencore mientras que las 15 restantes, inicialmente de propiedad norteamericana y europea, han sido adquiridas por compañías chinas. Esto supone el 80% de la producción minera de la zona; el resto corresponde a la minería artesanal, de la que hablaremos más adelante. Mientras la naturaleza en Kolwezi es minada en todos los sentidos, surgen montañas de estériles o ganga, de tal manera que la empresa minera Metalkol no extrae su mineral del subsuelo, sino de las toneladas de desechos que se han acumulado a lo largo de décadas y que procesa para obtener los restos de metales que contienen, "vendiéndolo" casi como un servicio para proteger el medio ambiente y la salud de la zona.
Todos esos desechos, esos "estériles", además de lo comentado, durante la estación seca producen inmensas cantidades de polvo que acaba, o en los pulmones de quienes viven allí, o en las aguas o tierras, lo que depara unos suelos yermos que no pueden alimentar a los habitantes de la zona, además de contaminar o acabar con otra fuente de alimentos: el pescado.
Las consecuencias de todo ello son evidentes en cualquiera de las investigaciones realizadas. El Copperbelt de África Central es una extensa zona a uno y otro lado de la frontera entre la RDC y Zambia extremadamente rica en cobre -y, por lo tanto, en cobalto-. Según el profesor Kaniki, ingeniero químico, todas las corrientes de agua del Copperbelt están altamente contaminadas y casi todos los ríos tienen partículas contaminadas en sus lechos, llegando incluso a grosores de 30 cms. de sedimentos, lo que está acabando irremediablemente con la flora y la fauna. En marzo y abril de 2021, la minera KCC vertió -y así lo reconoció- ácido sulfúrico que acabó en el río Luilu, afluente del río mas caudaloso de África, el Congo. Utilizaron 2.300 toneladas de cal para intentar neutralizarlo.
Si los estériles son una gran fuente de contaminación, los relaves del mineral de las minas son la causa fundamental de la contaminación de corrientes y ríos con el siguiente proceso: extracción del agua, limpieza con ella del mineral en la cuenca, vertido del agua contaminada cuenca abajo. Este agua se mezcla con la que las poblaciones aledañas utilizan para beber, regar, lavarse o nadar. Más aún, en los lagos la contaminación enturbia las aguas, lo que reduce la entrada de luz y dificulta la fotosíntesis, alterando su biota y reduciendo la cantidad de nutrientes. Aquí también aparecen investigaciones con evidencias muy graves para los habitantes de las zonas mineras.
El umbral que fija la OMS para partículas gruesas como las que se encuentran entre el polvo que extracciones, depósitos de estériles y el trasiego de los camiones que transportan el mineral por carreteras destrozadas producen, es de 50 microgramos. En mayo de 2018, las mediciones realizadas por las ONGs suizas Bread for All y Action Carême dieron un resultado de entre 150 y 300 microgramos, aunque cerca de las minas, éste se disparaba hasta 500. Estudios realizados por la Unidad de Toxicología Ambiental de la Universidad de Lubumbashi, dirigidos por Paul Musa, demostraron que ese polvo se acumula en pulmones, sangre y heces además de encontrar altas concentraciones de cobalto en la orina de los niños.
"Los niños que viven en el distrito minero tenían diez veces más cobalto en la orina que los niños que vivían en otro lugar. Sus valores eran mucho más altos de lo que aceptaríamos para los trabajadores de fábricas europeas"
declaró en 2009 el profesor Nemery tras una investigación en la zona realizada por la universidad belga Ku de Lovaina.
En otra investigación dirigida por Célestin Banza Lubaba Nkulu, de la Universidad de Lubumbashi, junto a investigadores de universidades belgas (Alta exposición humana al cobalto y otros metales en Katanga, una zona minera de la República Democrática del Congo) los niveles de cobalto en la orina fueron "marcadamente elevados" en el 53% de las personas analizadas, llegando al 87% en el caso de los niños. En comparación con valores de referencia de la población general de Estados Unidos, los niveles de cobalto en la orina de las personas que vivían muy cerca de zonas mineras o de refinación eran 43 veces más altos y entre 4 y 5 veces respecto a minerales como el cadmio, plomo o uranio.
Con todas estas evidencias de cómo la contaminación de la
actividad minera acaba en el cuerpo de los habitantes de estas zonas es fácil
suponer graves consecuencias para su salud, pero en este caso los estudios que
relacionen actividad minera y enfermedades son más escasos aún. No obstante,
estudios de Banza et al., (2009) y Lubaba et al. (2012) sí encontraban en
las comunidades estudiadas enfermedades de la piel transmitidas por el agua como
resultado de la descarga de líquidos, abortos espontáneos y defectos de
nacimiento en los niños en el primer caso, y hemólisis, hepatomegalia,
cirrosis, abortos, eclampsia, malformaciones congénitas y malformaciones
congénitas por arsénico presente en agua, suelo y vegetales en el segundo. En
el de Nkulu et al. (2018) se advertía de las numerosas
consecuencias de la explotación minera en las personas (cáncer, problemas de
visión, náuseas, problemas cardíacos, daños en la tiroides, neumonía y asma).
En cuanto a los propios mineros, la organización de periodismo de investigación no lucrativa Reportika realizó en marzo pasado una encuesta entre trabajadores de varias minas chinas de cobalto y obtuvo estos resultados: alrededor del 82 % tenían problemas en la piel, el 85,4 % tenían problemas respiratorios, el 52,7 % habían sufrido lesiones importantes en el año anterior y el 12,6 % dijeron que un familiar/amigo había fallecido en los últimos dos años como como resultado de una enfermedad, lesión o colapso de una mina.
Mark Dummett,
director del Programa de Empresas, Seguridad y Derechos Humanos de Amnistía
Internacional, relataba una visita realizada a la zona en 2015 en la
que hablaron con los mineros y sus familias y éstos les contaron problemas de
salud como tos, dolores en el pecho o infecciones urinarias.
"..., es probable que el daño causado sea duradero"
declaraba,
en relación a los daños descubiertos en otra investigación sobre el tema.
Además existe la realidad de los accidentes, que llevan de manera masiva todos esos tóxicos hasta la población, como el ocurrido en marzo pasado en Kakanda, ciudad situada al este de Kolwezi donde el desbordamiento de una balsa de relave de la cercana mina -por un error de manipulación o por las abundantes lluvias- llevó las aguas contaminadas hasta las viviendas y causó, al menos, once muertes mientras dejaba a decenas de personas con heridas por quemaduras al entrar en contacto con el ácido de las aguas y a cientos sin vivienda.
Ríos, lagos, corrientes subterráneas contaminados, como veíamos, suelos calientes por el ácido sulfúrico que guardan, dejan una naturaleza envenenada durante décadas y un medio ambiente seriamente tocado para poder regenerarse algún día, un lugar muy complicado para que personas, fauna y flora puedan vivir. A ello se une una agresiva deforestación para abrir y desgarrar, literalmente, el terreno, lo que, entre otras cosas, facilita su erosión y el hundimiento y deslizamiento de tierras, factor que también se cobra vidas directamente. La extracción de agua, necesaria en ingentes cantidades para el relave de los minerales, completa el desastre ecológico que supone este tipo de minería sin control ni respeto hacia el medio natural.
Respecto a esto, se puede leer en la investigación publicada en abril pasado por Reportika, “El Cruel Enigma del Cobalto Chino”:
"La extracción de cobalto en la RDC ha provocado la pérdida de biodiversidad, ya que las actividades mineras han destruido los hábitats de plantas y animales. Esto ha tenido repercusiones ecológicas a largo plazo, afectando la salud de los ecosistemas locales y contribuyendo a la desaparición de especies”.
LO QUE GANA EL PUEBLO CONGOLEÑO CON EL COBALTO
En el Congo, como en el mundo entero, se suele poner en segundo lugar la salud, el medio ambiente, la naturaleza primando todo lo que, se supone, acompaña a una actividad, minera en este caso, como la descrita. Se cambian unos pulmones saludables o un río limpio por puestos de trabajo, desarrollo económico, crecimiento... Si muchas veces la realidad es muy distinta, en las de las zonas mineras explotadas para obtener cobalto, el tiro sale por la culata.
Como decíamos, el 80% de las explotaciones mineras de cobalto son industriales, como se conocen en Europa, pero el 20% restante es minería artesanal, esto es, hombres que cavan de manera rudimentaria, que se adentran en las profundidades y arrancan las piedras que contienen el oro azul que otros hombres suben por estrechos agujeros, cargando sacos de 20 kgs. y cuyos minerales son lavados a mano por mujeres en arroyos y fuentes. Hablamos de hombres y mujeres pero también participan niños, ideales para moverse por los estrechos agujeros, cavados con la anchura justa para que quepa un cuerpo, o que acompañan o ayudan a sus madres en el insano trabajo de lavado manual.
Esa parte de minería artesanal se presenta como una concesión de las grandes empresas mineras que evitan así problemas con la marea humana que también quiere su parte en la explotación de tanta riqueza aunque, sin duda, preferirían obtenerla de otra manera. Unas 150.000 personas se dedican en la zona a la minería artesanal y venden directamente el mineral que obtienen, bien individualmente o formando cooperativas, a los compradores chinos que se sitúan a pie de mina y que marcan, como monopolio, los precios e, incluso, los pesos, porque son sus "varas de medir" las únicas que valen al realizar el pesaje o determinar la calidad del cobalto que se entrega.
“Los chinos imponen el precio de nuestros productos como ellos crean conveniente, o como ellos deseen",
explicaba un comerciante de Mutoshi durante la investigación Minería de cobalto en la RDC: Causas fundamentales de los abusos de los derechos humanos
También existen otros métodos para que toda la gente que ha acudido al reclamo de este supuesto "nicho de riqueza" sobreviva sin molestar, como dejar que hombres, mujeres y niños "rebusquen" entre la escoria que se arroja cada tarde, fruto del trabajo minero diario, para obtener algunos restos de mineral que malvender. En cualquier caso, si un terreno resulta lo suficientemente rico, acaba en manos de una gran empresa minera, aunque contrate a los propios mineros artesanales para explotarla.
Aunque trabajar en una mina industrial supone un salto cualitativo para el excavador, su trabajo se realiza en unas condiciones que no se permitirían en Europa.
“Trabajamos sin descanso de 6 de la mañana a 6 de la tarde y sin transporte para llegar al trabajo”
explicaron unos mineros a la ONG holandesa Electronics Watch durante la investigación que realizaron y en la que encontraron muchas más carencias y abusos. Desde horas extras no remuneradas a trabajar a la intemperie en minas a cielo abierto durante la lluvia. Sin las protecciones debidas -cuatro mascarillas para cada diez mineros o un impermeable cada dos años- enfrentan un trabajo peligroso que les puede costar la vida aunque, en ese caso, su familia quedará desamparada sin ninguna indemnización.
La ONGD de Lubumbashi PREMICONGO encontró en una investigación con trabajadores de MKM que ésta no les había facilitado viviendas y residían en refugios construidos por ellos mismos, ocupando cada habitación entre 8 y 12 mineros. Carecían de contratos y de cualquier derecho laboral y se veían obligados a deforestar zonas aledañas para obtener ingresos complementarios con el carbón vegetal.
De una u otra forma, el pueblo congoleño apenas recibe algunas migajas de este gran negocio. Si bien empiezan a apreciarse iniciativas para la creación de un tejido industrial que aproveche los recursos en el propio terreno y cree otra riqueza más allá de la mera extracción, el sistema actual condena a la población a mejorar en poco su miseria con un circuito económico que va desde la extracción en la mina y lavado del mineral para su posterior traslado a Sudáfrica y allí, desde Durban, la mayoría del cobalto en bruto sale hacia China, donde será refinado y entrará en la cadena de suministros a unos precios muchísimo mayores que los ingresos que han supuesto para la RDC.
La mayoría de los congoleños que trabajan en las minas de cobalto lo hacen en la minería artesanal y las compensaciones en inversiones en infraestructuras, como en la del llamado "Contrato del siglo" con empresas chinas, no se cumplen.
"En conclusión, la mayoría de los congoleños no se benefician de las innovaciones tecnológicas creadas por la explotación del cobalto. Asumen los costes de la transición energética sin tener acceso a ella",
era la conclusión de Zelie Pelletier Hocharten, que ha investigado sobre el terreno para la Universidad de Oxford, en su artículo El lado oscuro de la transición energética: cobalto e impacto ecológico
El propio presidente de la RDC, Felix Tshisekedi, a propósito del citado "Contrato del siglo", declaraba en febrero en la African Mining Indaba celebrada en Sudáffrica
"Nada ha beneficiado a la población"
PERO EL PUEBLO CONGOLEÑO SIGUE PAGANDO
Tras las líneas anteriores no queda duda de que el mineral está por encima de cualquier derecho, por básico que sea, por lo que no extrañará que donde se encuentra cobalto, se construye una mina, al precio que sea... Y éste suele ser obligar a la población que vive al lado o encima a marcharse. En el mejor de los casos habrá una expropiación unilateral más o menos compensada, y en el peor, un desplazamiento por la fuerza. Pero los pobladores no sólo pierden sus viviendas sino que, muchas veces, se quedan sin medio de vida, al deforestar terrenos de los que vivían o tener que desplazarse lejos de ellos.
La mina de Tenke Fungurume, cerca de Lubumbashi, se construyó tras la marcha de cientos de familias que vivieron en tiendas de campaña durante dos años y que recibieron 200 dólares para compensar sus pérdidas de ingresos por el traslado. Posteriormente recibieron viviendas nuevas aunque sin acceso a electricidad ni centro de salud, al menos al principio. La población de Kishiba y sus terrenos agrícolas fueron desmantelados para otra operación minera de manera que sus habitantes, que desde hacía generaciones vivían allí y dependían de la agricultura y de un río, fueron trasladados a un territorio sólo en parte cultivable y sin acceso al agua, por lo que algunos emigraron a la vecina Zambia. Estos ejemplos -como muchos otros que se pueden encontrar en el informe Cobalto Azul de la organización de investigación SOMO- corresponden al primer supuesto que citábamos: el más pacífico y con compensaciones, evidentemente insuficientes. Pero luego existen casos mucho peores.
400 casas fueron demolidas en 2009 cerca de la mina Luiswishi, en Kawama. La demolición la llevó a cabo la policía utilizando, al parecer, excavadoras facilitadas por la minera Forrest Group que, no obstante, echó toda la culpa a la policía. Varias personas murieron en las protestas posteriores. No había constancia de compensación posterior alguna.
En general, las infraestructuras creadas para la población obligada a desplazarse muchas veces no se construyen, son insuficientes o de mala calidad o no se mantienen debidamente. Escuelas a 14 kms., casas pequeñas y repletas de termitas, centros de salud lejanos o maestros que no cobran están relacionados en el informe citado como la realidad de la compensaciones entregadas por empresas mineras que ingresan millones con el negocio del cobalto.
Kolwezi contaba a principios de siglo con 35 empresas mineras mientras que veinte años después llegaba a 500. Obviamente las necesidades de cobalto a nivel mundial se han disparado pero estos datos también reflejan un negocio muy beneficioso en torno a su explotación. La enormes, y relativamente fácilmente accesibles, reservas de cobalto y la alta proporción en las rocas que se extraen, como ya hemos visto, favorecen la rentabilidad de las minas pero, además, la realidad que hemos ido viendo en materia laboral, de seguridad, sanitaria o de medio ambiente, suponen enormes ahorros económicos.
No debería ser así, porque la RDC se dotó de un Código Minero que contempla todos estos aspectos y los regula de manera ejemplar. Tras su lectura, especialmente de artículos como el 479, cualquiera diría que esta normativa corresponde a un país escandinavo o de los más estrictos en materia medioambiental. Pero la realidad la resumía perfectamente en una frase el abogado de Kowelzi especializado en derechos humanos, Donat Kambola:
“No hay una sola mina congoleña que cumpla con el Código de Minería".
Otra manera muy eficaz de ahorrar dinero es al recibir una concesión minera, y aquí entra en juego la corrupción, enraizada en la clase política congoleña y alimentada permanentemente por las empresas que acuden al país, de manera que entregando una parte a los funcionarios o cargos políticos encargados de concederlas, la operación puede salir por muchos millones menos, bien inicialmente o con los pagos recurrentes de regalías. Este es un capítulo que merece un artículo propio pero citaremos sólo algunos ejemplos que se encuentran en el informe de la Inspección General de Finanzas realizado hace un año sobre la empresa pública minera Gécamines:
-El 21 de marzo de 2018, Gécamines cedió a Kimin Resources todos sus derechos (...) por un monto de USD 70 millones con reducción de USD 9 millones sin justificación convincente
-Tenke Fungurume Mining (que antes veíamos) que heredó las mayores reservas de Gécamines, no tiene obligación de pagar regalías. La pérdida de regalías, valorado a la tasa del 2,5%, sobre la facturación (...) realizada a partir de 2012 a 2020, es 360.316.437 USD
Como se decía antes, determinados contratos, como el de SICOMINES, una empresa mixta entre la congoleña Gécamines y dos mineras chinas, incluyen importantes inversiones en infraestructuras que, o no se cumplen, o se cumplen sólo en parte. En este caso concreto, la sufrida Inspección General de Finanzas reevaluaba, por insuficiente, en su informe de febrero pasado las infraestructuras a cargo de la parte china inicialmente acordada en 3.000 millones de dólares, fijándola en 20.000 millones...
En definitiva, un auténtico paraíso para todos aquellos que quieren hacer negocios con el cobalto congoleño, en un clima de corrupción y sometimiento público -donde la policía, e incluso el Ejército, se ocupa en misiones de seguridad para las empresas mineras- en el que casi nadie va a hacer nada para cambiarlo, si bien es justo resaltar algunos movimientos tras la toma de poder como presidente de Félix A. Tshisekedi, como la creación de Arecoms, para controlar y legislar la minería artesanal, y General Cobalt Contractor, para combatir el fraude y monopolizar el cobalto artesanal, evitando intermediarios.
Pero no parece alterar demasiado el inmovilismo de décadas gracias al que empresas y políticos sacan suculentas tajadas:
“En esta región de la RDC, una de las cosas más llamativas es la contaminación y el hecho de que el Estado y las empresas mineras no hacen prácticamente nada para prevenir la contaminación y proteger a las personas que viven y trabajan allí".
“Aunque las actividades mineras en Katanga comenzaron hace más de cien años, lamentablemente ha habido muy poca investigación sobre los efectos de la contaminación resultante".
declaraba Mark Dummett, director del Programa de Empresas, Seguridad y Derechos Humanos de Amnistía Internacional en mayo de 2020.
La anteriormente citada Zelie Pelletier Hochart explicaba muy bien las posibilidades de que toda esta situación pueda cambiar, al referirse a una de las mas poderosa, sino la que más, empresas mineras instaladas en la zona, la suiza Glencore:
“Es más fácil para ellos operar en el entorno corrupto y poco regulado que han ayudado a crear".
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